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Obispo Oscar A. Romero
de El Salvador.
asesinado el 24 de marzo, 1980
Antes que yo te formara en el seno materno, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te puse por profeta a las naciones. Jeremías 1:5
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Jn. 11, 1-45 ( 5º. Domingo de Cuaresma - Marzo 29, 2020)

El contexto general en que se narra este texto es el de la cercanía de la Pasión. Jesús está por llegar a Jerusalén. Será la última subida. El signo que hoy nos narra Juan provocará la crisis. Unos creerán en él, otros van a decidir su muerte. "Los sumos sacerdotes y los Fariseos se reunieron en consejo y dijeron: ¿qué hacemos? Este hombre está haciendo muchas señales…". Juan muestra los aspectos más humanos de Jesús tan real y detalladamente que sospechamos encontrarnos con un testigo presencial de los hechos.

Esta es la séptima y última señal de Jesús del cuarto evangelio. Como ha llegado a nosotros la narración, está profundamente elaborada y llena de simbolismo y de un gran mensaje teológico. A lo largo de décadas ha sufrido tradicionalmente muchas transformaciones, antes que Juan empezara su evangelio. En el análisis del texto, vemos que han intervenido muchas manos. Juan tuvo que hacer una profunda elaboración teológica y catequética. Tomando en cuenta todo el desarrollo de la escritura del evangelio, el mensaje que Juan nos envía es muy claro: "Jesús es la resurrección y la vida del pueblo, representado por el personaje de Lázaro". Todo el relato gira alrededor de este centro: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?".

Las resurrecciones y la Resurrección de Jesús. En primer lugar, son diferentes. Incluso el original griego suele usar diferentes palabras: anastasis y egeirein. Devolver a Lázaro a la misma vida anterior, a tener que volver a morir, no es un favor. La vida que ofrece Jesús Resucitado es la Vida del Espíritu. Esta "vuelta a la vida biológica" de Lázaro, para Juan es sobre todo un signo o símbolo del poder de Jesús para dar la Vida plena y definitiva. Nuestro gran problema, al hablar de la vida y de la muerte, está en que usamos las mismas palabras para expresar conceptos totalmente diferentes. Son tan contrarios que se puede dar la muerte en una vida fisiológica sana; y se puede dar la Vida en una salud deteriorada. Si no aplicamos la palabra correcta en cada caso, alteramos el texto para hacerle decir lo que no dice. Se usan estas dos palabras griegas para hablar de la resurrección de los muertos. Hoy no podemos explicar todo este problema, nos extenderíamos demasiado.

Al terminar la cuaresma, durante la pascua tratemos de aclarar qué es la Vida y qué es la muerte para Jesús. Todo el relato de hoy es simbólico. Lázaro, Marta y María representan a la comunidad, es necesario dejar a un lado la letra. Si Jesús hubiera querido salvar la vida biológica de Lázaro, hubiera ido de inmediato a curarlo, mucho más fácil que resucitarlo. La intención de Jesús no era curar la enfermedad, sino mostrarnos la Vida. Por eso espera que la muerte quede totalmente confirmada. Según la idea de los rabinos, el alma seguía rondando el acuerpo durante tres días, al partir del cuarto día ya no había ninguna esperanza de que regresara a la vida. Por eso dicen: "Ya huele mal". Que Lázaro resucite para volver a morir unos años más adelante, no soluciona nada. Es inverosímil pensar que esa fue la finalidad de Jesús. Ni los sinópticos, ni otro escrito del NT mencionan el hecho espectacular de la resurrección de un cuerpo ya podrido. Jesús no viene a alargarnos la vida física, viene a comunicarnos la Vida de Dios, que posee y él puede darla. Esa Vida, definitivamente suprime todo lo desastroso de la muerte biológica. Es la vida de Dios que Jesús posee por el Espíritu. Para que la Vida de Dios llegue a todos los seres humanos es absolutamente necesario la unión o solidaridad con Jesús. Esto no quiere decir que solo los que le conocen y le siguen tiene esa Vida. Lo que el texto quiere decirnos es que todo el que tiene una actitud como la de Jesús en su vida, participa de su vida, aunque no lo haya conocido. Para resucitar es necesario tener una vida física anterior. Después de la muerte natural regresamos a Vida eterna de Dios, que es una renovación de la vida que termina. Seamos conscientes que desde ahora ya participamos de esa Vida eterna. Llegaremos definitivamente a ella cuando nos desprendamos de nuestro cuerpo físico que retorna a la tierra de donde fue formado: la materia. A este paso que no tiene retorno, le llamamos resurrección. Dice Jesús: "Yo soy la resurrección", esto indica un presente, ahora, hoy. No tenemos que esperar la muerte para esperar: "Vida". El término "Resurrección" expresa solo su relación con la vida biológica que terminó. En Juan 5: 24, dice "Quien escucha mi mensaje y cree en él que me mandó, posee la Vida definitiva".

Marta le contesta a Jesús: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Tanto ella como los judíos no han entendido nada. Para el evangelista Juan "el último día" es "el día de la muerte de Jesús", el día que el Espíritu completa la creación del hombre. Jesús espera que Marta crea esto. Para Juan no se trata que Jesús resucite muertos. Se trata de aceptar la Vida definitiva que Jesús tiene y que puede comunicarla al que se una a él. Jesús le pregunta a Marta: "¿Lo crees?", y Marta le dice: "Sí Señor lo creo". Aún hoy, como Marta, continuamos creyendo en el más allá. Aún esperamos una vida biológica eterna, la única en la que creemos, porque no conocemos otra. Una verdadera lástima que la Iglesia no corrija sus errores y exclame como Marta y grite: "Sí Jesús lo creo".

"¿Dónde los han puesto? Aún no llegan al sepulcro, y pareciera que espera encontrar a Lázaro con Vida. Juan lo que quiere decir que son ellos los que han puesto a Lázaro en el sepulcro, un lugar de muerte sin esperanza. El sepulcro no es el lugar adecuado para los que se han unido a Jesús. "Quiten la loza". Jesús está pidiendo a la comunidad cristiana que renuncia a su creencia. Los muertos pueden estar vivos, y los vivos pueden estar muertos. Para Juan al quitar la loza, simbólicamente cae el muro entre muertos y vivos. La loza no deja entrar ni salir. Esa loza era el punto final de la existencia. Dios no aniquila nada. Para Dios todo lo creado no deja de existir, sufrirá un cambio, pero seguirá existiendo. Esa loza de la que habla el evangelista, esconde la Vida más allá de la muerte. Nosotros continuamos con la "loza", nuestros muertos duelen, es humano, pero hacemos de la muerte un culto pagano. Lázaro había aceptado a Jesús, antes de morir, por eso Vive. Solo ahora tiene la plenitud de la Vida. "El que cree en mí, aunque haya muerto vivirá". La vida y la muerte son compatibles. Como el dolor de la mujer y el parto de su hijo.

Marta dice: "Ya huele mal". Es la trágica realidad de la muerte que se impone. Marta sigue pensando que la muerte es el fin. Estamos demasiado apegados a la muerte biológica por eso no aceptamos la muerte como el principio de la verdadera Vida. Es consecuencia de nuestra finitud, de nuestros límites. Jesús quiere hacerle ver a Marta que la muerte no es el final. Ante la muerte biológica debe morir nuestro "ego", con él no podemos ni entender ni aceptar, ni unirnos a Jesús. Cuando aceptemos la muerte, dejará de ser un final. Es el último brinco que haremos, la última barrera que traspasemos. Como para el bebé es el último útero en que estará. "Si el grano de trigo no muere…". Absolutamente nadie tiene el privilegio de no morir. Es el único camino para poseer la verdadera Vida, para entrar en la casa eterna de nuestro Padre Dios. Por lo mismo Jesús le dice a Nicodemo, "Tienes que nacer de nuevo". ¿Cómo? Por el Espíritu. Este nuevo nacer no sucederá sin morir a "todo lo que creemos ser". Esta es la clave del mensaje de Jesús.

Cuando escuchaste o leíste esta narración de Juan, ¿pusiste atención en la oración de Jesús ante el sepulcro de Lázaro? Es una oración hermosísima. "Jesús levantó la vista al cielo y dijo: Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre…". Jesús se pone dentro del Padre. Jesús está en una comunicación continua con Dios. Su vida es la misma vida de Dios. Esto nos enseña la gran profundidad de Juan, su gran teología vivencial no contaminada con la filosofía aristotélica, como la que vivimos en la Iglesia. El darle gracias a Dios envuelve toda la vida de Jesús. Cuando seamos conscientes que todo lo recibimos de Dios viviremos dándole gracias. Este "gracias Padre", es permanente en Jesús.
Al gritar: "¡Lázaro, sal fuera!", está diciendo que el sepulcro donde lo han puesto, no es el lugar donde debe estar. El grito es para ellos. El creyente no está destinado al sepulcro, porque sigue viviendo. Con su grito les dice a todos que Lázaro está vivo en la muerte. Ellos deben convencerse y creer que la muerte biológica o física no ha interrumpido la Vida. Si lo entendemos literalmente es un absurdo. Por más gritos, el muerto no oye.

"Salió el muerto con los pies y las manos sujetos con vendas y el rostro envuelto en un sudario". Las piernas y los brazos atados un hombre es incapaz de moverse, de ser activo, por lo tanto sin la posibilidad de desarrollar su humanidad, (como el ciego de nacimiento). El ser humano que no nace a la nueva Vida, permanece atado de pies y manos, imposibilitado para crecer como un ser humano. Es imposible entender literalmente esta frase de Juan. ¿Cómo puede salir si tenía los pies atados? A brinquitos, no es una película de Hollywood.

"Desátenlo y déjenlo caminar", que se vaya. Son ellos los que lo han atado y ellos son los que deben soltarlo. Sin creer en Jesús, a todos nuestros difuntos los atamos a la muerte. Por esta razón continuamos orando y orando por su descanso eterno, pidiéndole a Dios que los desate para que entren en la Vida eterna. Desde que mueren en un cerrar y abrir de ojos entran a la eternidad del Padre. Ellos no necesitan oraciones, somos nosotros lo necesitados de la oración. (Es muy cuestionable dedicar misas a los muertos, la Eucaristía nos es para lo que nosotros hemos inventado). Sabiendo que el gato tiene cuatro patas, le buscamos tres. Nosotros somos los que debemos desatarnos del miedo a la muerte que nos paraliza, destroza, y trauma, a veces para toda nuestra existencia terrena. Si sabemos y creemos que morir no es dejar de vivir, podemos aceptar la muerte como Jesús. "Padre, en tus manos entrego mi Espíritu".

Todo el relato de Juan gira en torno esta frase: "Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Creemos esto?". Si no lo creemos, ¡apaga, y vámonos! No haya nada por hacer…

Este gran mensaje de Juan nos prepara para entrar a celebrar la Semana Santa y la Pascua, con espíritu y verdad. Veremos como Jesús, el Primogénito de todos nosotros, triunfa sobre la muerte y llega a la definitiva Trasfiguración. En él veremos nuestro destino, el triunfo definitivo sobre el pecado y la muerte, que se hace visible en él, y se nos ofrece a todos como regalo del amor del Padre. Podemos gritar: "¡Esto sí que es Vida!".

Ernesto Invierno,,